Esta ceremonia de la confusión en la que se mueven algunos de los políticos del P(SO)E está llegando al esperpento del esperpento. Ya era tal poner en escena la obra «131 es más que 161», pero estos guionistas de lo absurdo, malos discípulos de Monty Python, no se conforman con eso, no, tienen que ser más «creativos», o eso deben de pensar ellos, y dar un paso más hacia el absurdo total, es decir; hacia la negación absoluta de la realidad, sustituyéndola por lo que a ellos les gustaría que fuera esa realidad, o como bien ha definido Errejón esta mañana, confundir deseo con realidad.

Después de ver a Hernando en plan monologuista del Club de la Comedia, con esa cara de “admiradme por lo inteligente que soy”, en ese alucinante soliloquio sobre el envejecimiento de Pablo Iglesias, ahora, Pedro, el bandazos, dice que Podemos ha traicionado a sus votantes por no hacerle a él presidente del gobierno, porque, aunque no lo dice, va implícito en sus palabras, él y sólo él es digno de ese honor… Los demás, de ahí su indignación, tienen que asumir su papel de adláteres y palmeros, pues no son otra cosa que eso. Y se queda tan ancho.

Encerrado, como parece que vive, en una burbuja que ha trascendido el límite espacio-temporal y le ha colocado en una realidad paralela, en la que la consulta de Podemos a sus afiliados, entre otras muchas cosas, no se ha producido, le lleva a creerse tocado por el espíritu de la clarividencia política y, por tanto, el único capaz de ver la luz de la verdad. No sé cómo llamarán, técnicamente, a eso los psiquiatras, yo lo llamaría enajenación mental; bien por creérselo él, bien por querer hacérnoslo creer a los demás, lo que añadiría, además, una supina soberbia por pensar que somos idiotas, cuando no una ignorancia sólo comparable a su ego.

Así que con eso me quedo: o se ha vuelto majara, o nos toma por idiotas. Mala salida, en cualquiera de los dos casos, para este pegote político que quiere tapar sus vergüenzas con tamaña desvergüenza.

Salud.

Acabo de ver una foto de Fran Rivera toreando una vaquilla con su hija en brazos. Por razones obvias, no voy a ponerla en esta entrada.

Hace unas semanas, se armó un escándalo nacional, magnificado por esa prensa intransigente (con lo de los demás, claro, no con lo suyo), porque una diputada había llevado su hijo al Parlamento. Hasta asociaciones de mujeres salieron a criticarlo.

Sin embargo, no veo a esos mismos periodistas (?), analistas (?), y defensores de la infancia abroncar al torero por tamaña insensatez.

¡Ah!, claro, ahora caigo, Rivera no es de Podemos.

Buenos días.

venice_mask_by_doko_stock-copiaEsta es la cara que pondré el día que vaya a votar… Aunque mejor me pongo la máscara, al fin y al cabo, es como ir al Carnaval. Por cierto, curiosa palabra, si la dividimos, para aplicar a los políticos: «más»-«cara». Uhm.. creo que el chiste es bastante malo, así que me castigaré: dos horas sin fumar.

Tengo la costumbre de no ver la tele. Bueno, me explicaré: no la veo a diario, salvo algún capítulo de alguna serie que me guste mucho, mucho. Así, puedo estar hasta varios meses sin verla. No es que saque pecho por hacerlo (no hacerlo sería más correcto), sino, simplemente, constatarlo.

Sin embargo, cuando se aproximan épocas de elecciones, suelo ser más condescendiente y veo algunos programas de opinión política (?). La verdad es que opinar, opinan todos, pero ¡madre del amor hermoso!, que decía mi abuela,  hay que ver qué opiniones.

Periodístas (es un decir) que sesgan sin rubor alguno los datos reales con tal de querer tener razón; o capaces de decir la mayor de las barbaridades con total tranquilidad; o insultar con toda la indignidad del mundo a los que tienen enfrente (con más saña si estas son mujeres); en fin, para que seguir. Decía un personaje de una novela de Frank Herbert que aquellos que llegan al él, piensan que el poder derriba todas las barreras, incluida la de su propia IGNORANCIA. Algunos, digo yo, de estos que se creen «estrellas de la tele», por carecer, carecen hasta de ignorancia. Pero lo más triste es que hay gente a la que le parecen seres extraordinarios e inteligentísimos.

Al principio me causaba risa, sin embargo, ahora ya no me hace gracia alguna; por ellos, este país seguirá votando a partidos y políticos corruptos. Lo que me lleva a pensar que si uno de cada cinco ciudadanos vota a un partido que está siendo juzgado por montones de casos de corrupción, es que, o él también es corrupto, o no le importa que quienes nos gobiernan lo sean, o piensa que él haría lo mismo si tuviera algo de poder. Así que, en el fondo… y no tan en el fondo, nos merecemos lo que tenemos.

Saludos desde Murcia.

Imagen: venice_mask_by_doko

Qué triste

abril 14, 2010

No voy a extenderme demasiado porque me da casi vergüenza tener que escribir esto.
Cuando una herida se cierra mal acaba infectándose y el pus termina por salir y, a veces, consigue infectar las partes sanas.
Yo creía, como muchos otros españoles, que habíamos acabado con el franquismo. Pero ya veo que no. Ahora resulta que vamos a sentar en el banquillo de los acusados a un juez que ha hecho por este país más de lo que han soñado hacer la mayoría de los «politicastros» que desgraciadamente pululan por nuestro Parlamento.
Es muy triste darse cuenta al cabo de más de treinta años que seguimos secuestrados por gente que añora la brutal dictadura de Franco.
Antidemocrático es apoyar una guerra comercial en Iraq. Antidemocrático es usar el poder para enriquecerse. Antidemocrático es no ayudar a que el país vaya hacia adelante. Antidemocrático es, en fin, querer juzgar a quien sólo ha intentado que este país sea mejor y más respetado.
Parece ser que no aprenderemos nunca.
Ahora, que nadie se queje cuando por ahí fuera nos tilden de paletos y poco democráticos. Nos lo estamos ganando a pulso. Hace tiempo que no sentía tanta vergüenza por ser español.
La historia le hará justicia Sr. Garzón. Mientras tanto, aunque sirva de poco, ahí va mi apoyo.
Triste país éste en el que nos ha tocado vivir.

¡Qué desastre!

septiembre 9, 2007

Bueno, pues aquí estamos. Hemos llegado al año 2007 y el mundo sigue yendo de mal en peor.

Recuerdo que cuando era joven veía el cambio de milenio casi como una cosa mágica. En aquellos años 60 en los que nos parecía que todo podía cambiarse (a mejor), pensábamos que al llegar el año 2000 el mundo estaría en paz, que la tecnología se aplicaría al desarrollo de ideas constructivas, que las enfermedades serían poco más que recuerdos del pasado, que, como nos adelantaron A. C. Clarke y Kubrick en 2001 Odisea Espacial, incluso habríamos descubierto que alguien más habita en el espacio y que habríamos contactado con ellos. En fin, que éste planeta rebosaría felicidad por los cuatro costados.

Pero…, el ser humano no tiene remedio. Repite una y otra vez los errores del pasado con el valor añadido de que cada vez es más fácil deshacerse de grandes cantidades de otros seres humanos y con el agravante de que por repetitivo cada vez nos afecta menos.

Estamos en manos de descerebrados que sólo quieren tener poder (económico o político) y que piensan, como decía F. Herbert que «el poder derriba todas las barreras, incluida la de su propia ignorancia«. Pero no es así, sino que duplican la misma: Son ignorantes integrales y, además, ignoran, conscientemente en éste caso, los efectos que provocan en el resto de la humanidad. Adormecen nuestra conciencia bombardeándonos con productos que aparentemente nos hacen felices, pero que no sirven para nada, excepto para que ellos consigan su propósito que no es otro que hacernos olvidar que el gran negocio de la guerra debe continuar.

La mediocridad y el mal estilo se han impuesto, no sólo como moda, sino como «canon» máximo al que debemos aspirar, pues si no lo hacemos así estaremos al margen (bendito margen en éste caso). Nos crean ídolos artificiales (cineastas, deportistas, cantantes, etc.) que no aguantan ni la más pequeña comparación con lo que debería ser un modelo social. Nos ensucian la mente con una TV que es basura. De la prensa y los que en ella opinan, salvo alguna honrosa excepción, mejor no hablar. Y mientras, medio mundo se muere de hambre. Sólo con el valor de lo que el «primer mundo» tira a la basura, se daría de comer al «tercer mundo». Pero ese mundo (perdón por la redundancia) que por lejano se nos antoja irreal, existe y está ahí mucho más cerca de lo que querríamos. Pero, parece ser que es mejor cerrar los ojos, los oídos y el cerebro.

¡Qué asco! Me mataron las ilusiones.